Una vivencia poco común
Valla, aquí estoy; Uno mas de los que creían que utilizar blog y ventilar asuntos personales no era aceptable, incluso ridículo. Pero bueno, tengo una nueva vida, comienzo a tener nuevas creencias y me interiorizo en temas mas profundos... comienzo a conocer y sentir la fe en mi, en mi vida y las personas, esto permitió que hoy esté aquí compartiendo algo increíble que me pasó y que mucha gente dirá: No le creo, eso no puede ser, a mi nunca me ha pasado ni conozco a alguien a quien le halla pasado.
Pero bueno, para ser mejor persona tengo que liberarme de todas las culpas, rencores, penas y todas las trancas que tengo en mi interior y que frenan mi evolución espiritual. Que mejor que hacerlo anónimamente en este blog, de manera de burlar las burlas (valga la redundancia), toda la discriminación racial, sentimental, teóloga, etc., descargándome de una manera virtual.
Bueno, mi pasado tiene momentos oscuros y bellos, pero los primeros son los que mas me persiguen. Recuerdo un día, aproximadamente en el año 1990, era un día sábado 13 de enero por la tarde, nublado. Estaba en mi casa muy depresivo y realizando planes para quitarme la vida. Es un sentimiento muy difícil de explicar, tenía tantas presiones, como deudas en tiendas y bancos (si, en plural en ambos casos), en el trabajo que cada vez me exigían mas y cada vez que solicitaba un aumento, muy merecido, me lo negaban, no tenía amigos, ufff. En ese día, luego de pensar mucho en mi penosa vida, decidí salir a caminar por las cercanías alrededor de las 10 de la noche. Cerca de una plaza decidí sentarme en una banca en un rincón oscuro, de pronto comencé a sentirme observado. Miré a todo lados y me fije que en la vereda frente a la plaza, un hombre se acercaba directamente a mi. Era una persona fornida, calculaba que tenía 1.8 metros de alto, su pelo rojizo como el fuego, ojos grandes y profundos, sus manos estaban resguardadas por los bolsillos de su abrigo color marrón claro. Caminaba con paso seguro y grandes pasos, por lo que se me imaginaba que quería llegar pronto a mi lado. A pesar de su figura imponente no me indujo temor alguno, ya que tenía una expresión en su cara muy amable y casi sonriente. Al atravesar la calle paró de improviso en la vereda. Yo estaba a unos cinco metros de él y me habla firmemente: Hey!!!, debes superar tus penas, deja en manos de Dios tu vida, alimenta tu Fe en tus capacidades y tus problemas se acabarán.
Yo, asombrado, pensé durante un momento: ¿Cómo supo que tengo problemas?, que extraña persona. Quise hablarle, pero algo dentro de mi me detuvo. Luego me dije a mi mismo: Debe ser uno de esos predicadores que andan por todos hablándole a cuanta persona se es cruce por delante. Y con esa idea me quedé, ya que fue la que mejor explicó ese hecho tan extraño.
Me fui a mi casa, aún con el suceso en mi cabeza. Al llegar no pude encontrar mis llaves para abrir la cerradura hasta dentro de un rato. Abrí el cerrojo, entré y me senté en mi cómodo sillón negro de la sala. Medité lo acontecido un momento, tenía dudas de la existencia de Dios en ese entonces, por lo que dije: Lo haré, me aferraré a Dios, quizás por no tener fe en Dios y sobre todo en mi mismo estoy en esta situación. Luego de titubear unos segundos, susurré a la soledad de mi casa mirando el techo de la sala: Dios... escucha mis plegarias, ayúdame a salir de mis problemas, quizás no soy el mejor de tus devotos, pero te necesito. Prometo ser mejor persona, tu seguidor y fortalecer mi fe. De inmediato, confiado en que todo se solucionaría poco a poco, olvidé mis planes de acabar con mi vida y puse mi esfuerzo en mi nueva fe y tener una mejor vida.
Al paso de una semana ya me sentía bastante bien cuando recibí una noticia terrible mientras estaba en mi trabajo en uno de los días mas felices de mi vida (espiritualmente hablando)... Mi casa, que tanto esfuerzo me había costado, tantos sacrificios para mantenerla, todos los recuerdos de mi vida, mis padres fallecidos, todo, TODO!!!... había sido destruido por un voraz incendio que se produjo, según bomberos, de manera inexplicable en el centro de la sala.
Lloraba y lloraba, no podía parar, mis compañeros de trabajo, aunque no teníamos mucho apego, intentaban fallidamente consolarme. No podía entender por que me tenía que pasar a mi, por qué yo, por que yo, no podía dejar de gritarlo. Estaba totalmente desconsolado. Había quedado con lo que tenía puesto, mi carro y, un pequeño objeto que encontré en los escombros de mi destruido hogar, que mas adelante mencionaré.
Fui a ver el desastre que pensaba había quedado (y no me equivoqué); en el camino le echaba la culpa a Dios por todos mis problemas. No podía creer que esa era su voluntad. Tantos problemas que tenía, luego de estar superando una depresión importante confiando en Él; no podía creer que me hiciera algo así. Ya iba a mitad de camino de llegar, ya que vivía a 25 minutos de aquel trabajo en auto y mientras mas me acercaba toda mi pena, toda mi angustia se estaba convirtiendo en furia, en odio a todo y a todos; Dios no existe, me repetía, es una invención de personas para mantener la mente ocupada de los demás y hacerles creer que no están solos, que hay alguien que los escucha y ama... JA! ... Ya estaba a la vuelta de la esquina y mi furia crecía...
Estacioné mi auto. Apagué el motor y me tomé unos minutos antes de voltear a ver lo que había terminado de arruinar mi vida. No sé cuanto tiempo estuve en el carro ni recuerdo la cantidad de cosas que se repasaban por la cabeza, pero ya estaba comenzando a acabase el día. Bajé del carro, cerré la puerta y volteé...
Trataré de describir de mejor manera todo.
... La furia en mi poco a poco se convertía en dolor, nuevamente; las piernas me temblaban y mis manos empuñadas golpeaban levemente el techo de mi vehículo. Caminé despacio y sin parar, tuve que abrir con mi llave la puerta de la reja del antejardín (lo único que había quedado en pie) sin darme cuenta que la entrada lateral por donde entraba mi vehículo estaba hecha trizas, ya que los bomberos debían entrar por algún lado; y miré las ruinas de mi vida, aún humeaba y se sentía un olor sofocante que no sabía si era a plástico, madera, mis sillones... mis recuerdos; mi vida murmuraba entre sollozos.
Ahí estaba, solo, ya ni los vecinos estaban cuchicheando ni los bomberos ordenando sus herramientas, ya que luego me enteré que bomberos me avisó una y media hora después de que se habían retirado.
Aún con furia en mi interior comencé a tirar las cosas que estaban en el suelo, pedazos de mueble, jarrones quebrados (una colección de mi querida madre), marcos de cuadros y pinturas, etc. lo que encontraba a mi paso. Aún tengo la maca de una quemadura que me hice en mi brazo al intentar tomar un viga que tenía pequeño tramo aún candente. Bajo esa viga, había un caja cúbica pequeña semienterrada de color café, era pequeña, de unos 5 centímetros por lado, tallada con extrañas escrituras y símbolos en cada una de sus caras, los cuales nunca había visto. Grande fue mi sorpresa al percatarme que en uno de sus costados, estaba tallado el nombre de mi Abuelo paterno...
Incomprensiblemente, durante unos minutos olvidé todo lo que estaba pasando e intenté abrir el extraño cubo, que aunque al agitarlo no notaba ningún movimiento o golpe en su interior, pero no parecía sólido. Luego de un rato, sin lograr mi objetivo, observé su cara superior (por lo menos pensaba que era la superior) un símbolo que estaba seguro de haberlo visto en alguna parte, pero que en ese momento no recordaba. Parecía una estrella de 15 puntas, muy raro, pero estaba seguro que lo había visto alguna vez. De un momento a otro se me vinieron todos los pensamientos que había momentáneamente olvidado y guardé el objeto en mi bolsillo derecho del pantalón de mi, en ese momento, único traje volviendo al estado en que maldecía todo.
Ufff, que momentos aquellos, luego de eso, recuerdo haberme dirigido a mi auto y no parar de llorar desagarradamente hasta el anochecer. Esa noche (y varias mas) la pasé en mi coche, por suerte era verano y no pasé frío.
Luego de haber dejado de llorar y ad portas de un nuevo estado depresivo, recordé la extraña caja que había guardado en mi bolsillo. La saqué y al darle una nueva mirada a la cara superior del cubo recordé donde había visto ese símbolo. Inmediatamente busqué en mi cuello mi collar que había estado en mi familia, por parte de mi padre, por generaciones. Era el típico (por lo menos eso creí) collar de oro que sujeta un objeto cuadrado con una cerradura pequeña a presión, que al abrirlo en uno de sus lados estaba la foto de mis padres y en el otro un símbolo idéntico al que estaba en el pequeño y extraño cubo: una estrella de 15 puntas con extrañas inscripciones talladas en cada una de sus puntas de plata. Para mi sorpresa, ya que nunca me había fijado bien en ese símbolo y pensaba que era solo un adorno, pensando que quizás podría tener algo que ver con el cubo, lo forcé solo un poco; cedió y cayó en mi mano, para mi repentina sorpresa.
Desconcertado, tomé el cubo en mi mano izquierda y la estrella en mi mano derecha y las comencé a comparar. Luego de un rato, previsiblemente, superpuse la estrella que saqué de mi collar sobre la cara superior del cubo, que tenía tallado bajo relieve el mismo símbolo y calzó perfectamente en la forma, pero no en profundidad. Con algo de presión la empujé logrando dejarla a ras de la cara del cubo sonando un pequeño clic.
Yo no estaba seguro si era una pieza faltante, o dos objeto como esos que se parten en dos quedando en poder de igual número de personas que las conservan como recuerdo de su unión.
Ya eran las 4 de la mañana y el cansancio me abrumaba. Dejé el cubo en el asiento de al lado e intenté dormir.